jueves, 28 de octubre de 2010

El socialismo sustentable tiene dos sellos irrenunciables: ni pobres ni consumismo

El socialismo para el futuro tiene objetivos radicales, el fin de la pobreza y del consumismo. Mejorar a los que no tienen lo esencial y reducir el gasto de bienes a los que sobrepasan el nivel sostenible.
 
Los capitalistas frente a la pobreza pueden optar entre reducirla o despreocuparse. Pero están obligados a mantener el consumismo exigido por una economía en crecimiento permanente. Una izquierda que muchas veces se califica de socialista sigue el modelo menos duro de los empresarios: disminución de los pobres junto a consumo irracional.

El programa del socialismo sustentable es diferente. Su propuesta para la salud de la Tierra y la humanidad es el consumo básico para todos y la explotación sustentable de recursos.

Ése carácter de su proyecto determina la factibilidad de llegar a ser gobierno hoy.  En un país de alto porcentaje de población integrada al consumismo no se debe esperar un apoyo importante a los nuevos socialistas.  En cambio donde la gente que sufre por carencias fundamentales es amplia mayoría y los acomodados en el capitalismo son pocos la lucha por el poder está abierta.

Izquierdistas tras su consumismo personal esquivan la imposibilidad objetiva utilizando como justificación el pragmatismo.
Los socialistas para el futuro tienen que dar la lucha por el poder en algunos países y aceptar en otros que es el tiempo para la batalla de ideas, la difusión de hechos y propuestas, la participación en las acciones por demandas básicas de los abusados.

Una forma atractiva actual del pragmatismo, en muchos casos honesta, es la vía de proceso al socialismo antiimperialista. Su lenguaje es avanzado, y sus positivas políticas de participación popular, de mejoramiento de los pobres, de solidaridad internacional rompen el esquema impuesto. Conservando el consumo depredador.

El hecho cardinal inamovible es que la explotación actual de la naturaleza lleva al agotamiento de los recursos no renovables y renovables y al peligro de extinción de la humanidad o al empobrecimiento agudo de las condiciones de vida de las generaciones futuras. Por tanto la única política responsable debe dirigirse al término del uso innecesario del medio ambiente.

El socialismo del siglo 21 no es entonces de futuro.

En la Venezuela antiimperialista mejora el pueblo, se agota el petróleo, los sectores medianos y altos derrochan recursos en sobreconsumos.

La necesidad de una política justa pero sostenible en la Tierra es tan exigente que incluso Cuba tiene el desafío de enseñar que renuncia a ser un país desarrollado como se entiende en Occidente por consecuencia con el socialismo de largo plazo.
No se depende del cariño por ciertos cambios políticos. Una vez determinados los objetivos de un programa sólo se puede decir si se cumplen.